CAROLINA BESCANSA,ÍÑIGO ERREJÓN,
PABLO IGLESIAS, ARIEL JEREZ,
JUAN CARLOS MONEDERO Y
PABLO SÁNCHEZ LEÓN
Un año más, los relatos sobre la Transición que ocupan los circuitos institucionales de difusión cultural se articulan sobre un eje tan elitista y autorreferencial como contradictorio, sobre una cadena de contrasentidos que sólo a base de machacona repetición y convenientes silencios ha terminado por convertirse en palabra merecedora de crédito y en credo.
De manera insistente y monótona, los relatores oficiales de la Transición tejen con envejecido entusiasmo una historia sin fisuras; en la que un pueblo español, valiente y prudente a partes iguales, se convierte en emancipado protagonista de su destino a través de la entrega de su voluntad política –moderada y centrista– a los grandes pilotos de una transición que, por pacífica, por su capacidad de reconciliación y de modernización, resultó tan ejemplar como para pretender ser emulada en el mundo, primero por las hermanas de América Latina y las de Europa del Este después.
Hace unos días se celebraron en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense unas jornadas de reflexión sobre la Transición española bajo el mismo título que encabeza este artículo. Muchas personas, desde distintas perspectivas y experiencias, aportaron sus vivencias y reflexiones sobre la dictadura y su transición, de las que las ideas aquí presentes son deudoras. Cabe empezar destacando un lugar común en todos los debates: el acuerdo de que, en algún momento de aquel proceso, nos robaron la historia, se quedaron con ella y nos dejaron a todos desposeídos de las herramientas necesarias para entender nuestra identidad y disputas democráticas.
Las supuestas virtudes de la Transición representan un elemento incuestionado de las ciencias sociales elaboradas en nuestro país, especialmente en la ciencia política y la historiografía. No obstante, permanece el reto de pensar críticamente muchas dimensiones incómodas de nuestra realidad social y política, que se vinculan a esos acuerdos transaccionales que renunciaron a demoler el grueso de la herencia franquista. Por cuestiones de espacio, no abordamos aquí materias institucionales más o menos transitadas recientemente en la opinión pública y sin duda centrales en el encorsetamiento conservador diseñado en la Transición (sistema electoral, Monarquía, las cuestiones nacionales, clausura del derecho a la verdad, la reparación y la justicia), para atender otras cuestiones esenciales en el mantenimiento de su hegemonía social.
A fecha de hoy, una mirada rápida a la situación de la educación pública en España da cuenta de una cadena de anomalías difíciles de comprender en democracia. Un tercio de los niños y jóvenes en España cursa estudios en centros privados o concertados. El 70% de esos centros son católicos. En el año 2003, los centros católicos concertados o privados recibieron del Estado una financiación de alrededor de 2.700 millones de euros, sin contar la partida presupuestaria destinada a financiar la enseñanza de la asignatura de religión en los centros públicos. ¿Se puede entender esta realidad sin referirnos al Concordato, sin analizar quiénes suscribieron aquellos acuerdos y quiénes los han sostenido? ¿Sabemos que los fondos públicos transferidos a esta institución religiosa equivalen aproximadamente a los necesarios para poner en marcha la educación infantil pública? ¿Qué ocurrió con la iglesia católica cuando murió Franco? ¿De dónde, por ejemplo, salió la cadena Cope?
El gasto social en España alcanza hoy el 19% del PIB. Está situado 10 puntos por debajo de la media europea y 20 puntos por debajo de Suecia. En este campo el profesor Vicenç Navarro explica con desgarradora transparencia cómo la clase social pesa hoy en la esperanza media de vida: entre los cinco estratos que separan la alta burguesía financiera y los trabajadores no cualificados que han conocido el paro, hay diez años de diferencia. ¿Cómo puede estar ocurriendo esto en un país que ha sido gobernado por un supuesto centro-izquierda durante 18 de los últimos 26 años? ¿Por qué, por ejemplo, la salud buco-dental no está incluida en la Seguridad Social? ¿Es posible explicar este déficit social sin denunciar el papel jugado por los sindicatos hegemónicos? ¿Cuándo y cómo unos sindicatos se hicieron mayoritarios y otros no? ¿Qué se firmó en los Pactos de la Moncloa?
La ausencia de una intervención pública profundizadora de la democracia en el campo de la industria mediática y cultural iluminó de catódicos colores nuestro salto de la premodernidad a la postmodernidad. Están aún por evaluar continuismos y simulacros en numerosas arenas culturales (universidades, investigación, políticas culturales, emporios mediáticos…). La visualización de la modernización cultural en la movida cumplió múltiples objetivos de desorientación y legitimación, pero la fiesta tuvo nefastas consecuencias: además de la generación perdida de la heroína en los ochenta, hoy somos el país del mundo con la tasa más elevada de consumo de cocaína y con otros puestos de cabeza en consumo y adicción. ¿Cuándo empezó todo esto? ¿Somos conscientes de cómo pesa en nuestra vida ciudadana la cultura del espectáculo aderezada de fiesta? ¿En qué medida nuestras instituciones trabajan para conseguir la cultura crítica que requiere la vida democrática?
Conforme pasa el tiempo, se van acumulando las preguntas sin respuesta sobre nuestra siempre presente historia. Podemos seguir como hasta ahora: anotamos las preguntas en un cuaderno, lo guardamos en el último cajón y volvemos a llamar a los pilotos de la Transición para que nos cuenten el relato del alunizaje democrático. O podemos dar otro paso adelante, subvertir los órdenes de nuestra historia y sus discursos y empezar a entender dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí. Se están abriendo los caminos: inundémoslos con los viejos y nuevos relatos y abordemos de una vez el combate de las representaciones.
Carolina Bescansa, Íñigo Errejón, Pablo Iglesias, Ariel Jerez, Juan Carlos Monedero y Pablo Sánchez León son Profesores-investigadores de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (UCM)
Ilustración de Mikel Jaso
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